jueves, 14 de mayo de 2015

Evaluación de equipos de trabajo.

Evaluación:

1G: (José María Fernández) Corrientes críticas de la escuela: Personalmente creo que hemos sintetizado demasiado los contenidos. Nos ha faltado un video que hiciese más dinámica la presentación. Nos ha faltado mirarnos algo más los contenidos de los demás miembros del grupo. 9

2G: (Rosa Fernández) Instituciones Educativas: Exposición demasiado breve, decir que ha sido buena la aportación de dificultades técnicas surgidas. Demasiado espacio en el poster para la Bibliografía. 8

3G: (Beatriz García) Corrientes educativas antiautoritarias: Poster demasiado cargado con respecto a cada bloque de contenidos. Muy centrado en las corrientes basándose en los autores. 7

4G: (Jennifer Rodríguez) La escuela del futuro: El cual es un tema que da mucho juego, podemos decir que el poster en cuanto a su elaboración ha sido buenísima. Como norma general, no pondría bibliografía en el mismo ya que ocupa espacio para aspectos mas importantes que puedan incluirse. Buena explicación en general y afinada y precisas en cuanto a contenidos significativos. Demasiada información en los recuadros. Buen debate. 10

5G (Elena del Pino) Teorías personalistas de la educación. Destaca el poster elaborado en formato no digital en comparación con el resto, exposición clara y poster reducido pero con buena explicación. Explicación buena sobre todo de María José aunque el resto también muy bien. Añaden códigos bidis. Como bien dice el titulo, destacan la explicación de autores importantes como Freire sobre todo. 10

6G (Juan Peña) Fortalezas y debilidades del sistema educativo español. Decir que fue un tema que queríamos que nos tocara a nosotros. PISA es un tema que tenemos bastante trabajado en estos dos años y lo considero un tema bastante fácil. El estudio de PISA es de los más fiables que existen. El poster ha sido demasiado cargado pero en la línea de los demás. 8

7G (Ricardo García) Institución libre de enseñanza y Francisco Ginés de los Ríos. Poster llamativo y con intención de agradar pero no se veía bien ni siquiera el titulo. Buenas explicaciones sobre todo de Jorge y Pedro. También han añadido la forma de hacer el trabajo que me parece interesante aunque es más o menos como lo hemos hecho todos. 7

8G (Noemí Canto) Pedagogía y habilidades para el siglo XXI. Poster demasiado pequeño. Demasiada lectura en la exposición. Poster sintético correctamente y fundamentación buena sobre la pedagogía explicada. Exposición demasiado corta. 7

9G (Deborah de la Cruz) Ideas socialistas en la educación. Código bidi añadido. Poster gigante, demasiada información en el mismo, letra ilegible. Buena explicación, la bibliografía podría ausentarse, bien la metodología y hecho en falta exposición más dinámica en cuanto a menos lectura. 7


10G (Gonzalo Maqueda) La educación después del 2015. Retos del futuro. Interesante el estudio realizado mediante diagramas. Buena explicación pero algo leída. El poster bastante atrayente. Claridad del estudio. 9

miércoles, 29 de abril de 2015

Esencia y misión del maestro

Escribo para quienes van a ser maestros en un futuro que ya casi es presente. Para quienes van a encontrarse repentinamente aislados de una vida que no tenía otros problemas que los inherentes a la condición de estudiante; y que, por lo tanto, era esencialmente distinta de la vida propia del hombre maduro. Se me ocurre que resulta necesario, en la Argentina, enfrentar al maestro con algunos aspectos de la realidad que sus cuatro años de Escuela Normal no siempre le han permitido conocer, por razones que acaso se desprendan de lo que sigue. Y que la lectura de estas líneas –que no tiene la menor intención de consejo- podrá tal vez mostrarles uno o varios ángulos insospechados de su misión a cumplir y de su conducta a mantener.


Ser maestro significa estar en posesión de los medios conducentes a la transmisión de una civilización y una cultura; significa construir, en el espíritu y la inteligencia del niño, el panorama cultural necesario para capacitar su ser en el nivel social contemporáneo y, a la vez, estimular todo lo que en el alma infantil haya de bello, de bueno, de aspiración a la total realización. Doble tarea, pues: la de instruir, educar, y la de dar alas a los anhelos que existen, embrionarios, en toda conciencia naciente. El maestro tiende hasta la inteligencia, hacia el espíritu y finalmente, hacia la esencia moral que reposa en el ser humano. Enseña aquello que es exterior al niño; pero debe cumplir asimismo el hondo viaje hacia el interior de ese espíritu y regresar de él trayendo, para maravilla de los ojos de su educando, la noción de bondad y la noción de belleza: ética y estética, elementos esenciales de la condición humana.

Nada de esto es fácil. Lo hipócrita debe ser desterrado, y he aquí el primer duro combate; porque los elementos negativos forman también parte de nuestro ser. Enseñar el bien, supone la previa noción del mal, permitir que el niño intuya la belleza no excluye la necesidad de hacerle saber lo no bello. Es entonces que la capacidad del que enseña –yo diría mejor: del que construye descubriéndose pone a prueba. Es entonces que un número desoladoramente grande de maestros fracasa. Fracasa calladamente, sin que el mecanismo de nuestra enseñanza primaria se entere de su derrota; fracasa sin saberlo él mismo, porque no había tenido jamás el concepto de su misión. Fracasa tornándose rutinario, abandonándose a lo cotidiano, enseñando lo que los programas exigen y nada más, rindiendo rigurosa cuenta de la conducta y disciplina de sus alumnos. Fracasa convirtiéndose en lo que se suele denominar «un maestro correcto». Un mecanismo de relojería, limpio y brillante, pero sometido a la servil condición de toda máquina.

Algún maestro así habremos tenido todos nosotros. Pero ojalá que quienes leen estas líneas hayan encontrado también, alguna vez, un verdadero maestro. Un maestro que sentía su misión; que la vivía. Un maestro como deberían ser todos los maestros en la Argentina.
Lo pasado es pasado. Yo escribo para quienes van a ser educadores. Y la pregunta surge, entonces, imperativa: ¿Por qué fracasa un número tan elevado de maestros? De la respuesta, aquilatada en su justo valor por la nueva generación, puede depender el destino de las infancias futuras, que es como decir el destino del ser humano en cuanto sociedad y en cuanto tendencia al progreso.
¿Puede contestarse la pregunta? ¿Es que acaso tiene respuesta?
Yo poseo mi respuesta, relativa y acaso errada. Que juzgue quien me lee. Yo encuentro que el fracaso de tantos maestros argentinos obedece a la carencia de una verdadera cultura que no se apoye en el mero acopio de elementos intelectuales, sino que afiance sus raíces en el recto conocimiento de la esencia humana, de aquellos valores del espíritu que nos elevan por sobre lo animal. El vocablo «cultura» ha sufrido como tantos otros, un largo malentendido. Culto era quien había cumplido una carrera, el que había leído mucho; culto era el hombre que sabía idiomas y citaba a Tácito; culto era el profesor que desarrollaba el programa con abundante biografiaría auxiliar. Ser culto era –y es, para muchos- llevar en suma un prolijo archivo y recordar muchos nombres...

Pero la cultura es eso y mucho más. El hombre –tendencias filosóficas actuales, novísimas, lo afirman a través del genio de Martín Heidegger- no es solamente un intelecto. El hombre es inteligencia, pero también sentimiento, y anhelo metafísico, y sentido religioso. El hombre es un compuesto; de la armonía de sus posibilidades surge la perfección. Por eso, ser culto significa atender al mismo tiempo a todos los valores y no meramente a los intelectuales. Ser culto es saber el sánscrito, si se quiere, pero también maravillarse ante un crepúsculo; ser culto es llenar fichas acerca de una disciplina que se cultiva con preferencia, pero también emocionarse con una música o un cuadro, o descubrir el íntimo secreto de un verso o de un niño. Y aún no he logrado precisar qué debe entenderse por cultura; los ejemplos resultan inútiles. Quizá se comprendiera mejor mi pensamiento decantado en este concepto de la cultura: la actitud integralmente humana, sin mutilaciones, que resulta de un largo estudio y de una amplia visión de la realidad.
Así tiene que ser el maestro.

Y ahora, esta pregunta dirigida a la conciencia moral de los que se hallan comprendidos en ella: ¿Bastaron cuatro años de Escuela Normal para hacer del maestro un hombre culto?
No; ello es evidente. Esos cuatro años han servido para integrar parte de lo que yo denominé más arriba «largo estudio»; han servido para enfrentar la inteligencia con los grandes problemas que la humanidad se ha planteado y ha buscado solucionar con su esfuerzo: el problema histórico, el científico, el literario, el pedagógico. Nada más, a pesar de la buena voluntad que hayan podido demostrar profesores y alumnos; a pesar del doble esfuerzo en procura de un debido nivel cultural.
La Escuela Normal no basta para hacer al maestro. Y quien, luego de plegar con gesto orgulloso su diploma, se disponga a cumplir su tarea sin otro esfuerzo, ése es desde ya un maestro condenado al fracaso. Parecerá cruel y acaso falso; pero un hondo buceo en la conciencia de cada uno probará que es harto cierto. La Escuela Normal da elementos, variados y generosos, crea la noción del deber, de la misión; descubre los horizontes. Pero con los horizontes hay que hacer algo más que mirarlos desde lejos: hay que caminar hacia ellos y conquistarlos.

El maestro debe llegar a la cultura mediante un largo estudio. Estudio de lo exterior, y estudio de sí mismo. Aristóteles y Sócrates: he ahí las dos actitudes. Uno, la visión de la realidad a través de sus múltiples ángulos; el otro, la visión de la realidad a través del cultivo de la propia personalidad. Y, esto hay que creerlo, ambas cosas no se logran por separado. Nadie se conoce a sí mismo sin haber bebido la ciencia ajena en inacabables horas de lecturas y de estudio; y nadie conoce el alma de los semejantes sin asistir primero al deslumbramiento de descubrirse a sí mismo. La cultura resulta así una actitud que nace imperceptiblemente; nadie puede despertarse mañana y decir: «Sé muchas cosas y nada más». La mejor prueba de cultura suele darla aquél que habla muy poco de sí mismo; porque la cultura no es una cosa, sino que es una visión; se es culto cuando el mundo se nos ofrece con la máxima amplitud; cuando los problemas menudos dejan de tener consistencia; cuando se descubre que lo cotidiano es lo falso, y que sólo lo más puro, lo más bello, lo más bueno, reside la esencia que el hombre busca. Cuando se comprende lo que verdaderamente quiere decir Dios.

Al salir de la Escuela Normal, puede afirmarse que el estudio recién comienza. Queda lo más difícil, porque entonces se está solo, librado a la propia conducta. En el debilitamiento de los resortes morales, en el olvido de lo que de sagrado tiene es ser maestro, hay que buscar la razón de tantos fracasos. Pero en la voluntad que no reconoce términos, que no sabe de plazos fijos para el estudio, está la razón de muchos triunfos. En la Argentina ha habido y hay maestros: debería preguntárseles a ellos si les bastaron los cuatro años oficiales para adquirir la cultura que poseen. «El genio –dijo Buffon- es una larga paciencia». Nosotros no requerimos maestros geniales; sería absurdo. Pero todo saber supone una larga paciencia.

Alguien afirmó, sencillamente, que nada se conquista sin sacrificio. Y una misión como la del educador exige el mayor sacrificio que puede hacerse por ella. De lo contrario, se permanece en el nivel del «maestro correcto». Aquéllos que hayan estudiado el magisterio y se hayan recibido sin meditar a ciencia cierta qué pretendían o qué esperaban más allá del puesto y la retribución monetaria, ésos son ya fracasados y nada podrá salvarlos sino un gran arrepentimiento . Pero yo he escrito estas líneas para los que han descubierto su tarea y su deber. Para los que abandonan la Escuela Normal con la determinación de cumplir su misión. A ellos he querido mostrarles todo lo que les espera, y se me ocurre que tanto sacrificio ha de alegrarnos. Porque en el fondo de todo verdadero maestro existe un santo, y los santos son aquellos hombres que van dejando todo lo perecedero a lo largo del camino, y mantienen la mirada fija en un horizonte que conquistar con el trabajo, con el sacrificio o con la muerte.


                                               Julio Cortázar: «Esencia y misión del maestro» (1939)

miércoles, 8 de abril de 2015

Horas de dedicación de tareas en la asignatura como trabajos autónomos y grupales:

Horas de dedicación de tareas en la asignatura como trabajos autónomos y grupales:

·         -Tarea obligatoria: Monográfico sobre la educación del siglo XXI
10 horas
·         -Tarea: Gymkana de los Derechos del niño
4 horas
·       -  Tarea individual: Lectura del libro II del Emilio
8 horas
·       -  Tarea de grupo: Acontecimientos histórico-pedagógicos del Siglo XVIII
6 horas
·       -  Tarea obligatoria: Reconstruye la historia escolar de tu familia
13 horas
·      -   Tarea individual: Realiza línea de acontecimientos histórico-pedagógicos del Siglo XIX en España
4 horas
·      -   Tarea grupal: Mi credo pedagógico
2 horas
·      -   Tarea grupal: Taller movimientos pedagógicos del siglo XX


Total: 47 horas


-Destacar también horas aparte a diversas tareas como evidencias de aprendizaje añadidas al blog

martes, 17 de marzo de 2015

Mi credo pedagógico

MI CREDO PEDAGÓGICO. John Dewey

Artículo 1º: Lo que es la educación.
-          El ser humano desde el nacimiento tiene una educación inconsciente, que se va transformando en educación más formal a través de diferentes recursos.
-         Dewey considera la educación como estímulos del niño en función de sus necesidades en un momento determinado. De este modo, esta primera estimulación conforma la pertenencia a un grupo social (socialización).
-          El proceso educativo tiene dos aspectos; el psicológico y el social. Sin conocimiento de estructuras psicológicas y de las actividades del individuo, el proceso educativo será arbitrario.
-          El niño tiene sus propios instintos pero no sabe lo que significan hasta que seamos capaces de traducírselos en sus equivalentes sociales.
-          Los aspectos psicológicos y sociales están relacionados.
-          La educación desde el ámbito social se define como la adaptación a la civilización.
-          Para saber cuál es la capacidad de un niño es necesario saber cuál es su función, uso y finalidad.
-          Es imposible preparar al niño en una determinada condición.
-          Por todo esto, es importante que exista una relación entre la psicología y la educación.
-          La educación hace que el individuo se convierta en ser social.

Artículo 2º: Lo que es la escuela.
-          La escuela es una institución social, que se encarga de socializar a los niños.
-          La escuela debe ser la vida misma, por eso se han de trabajar los contenidos de la vida real.
-          La escuela debe aportar al niño la experiencia suficiente para poder desenvolverse en la vida cotidiana partiendo de los aprendizajes que traía de la vida doméstica.
-          La función de la escuela es profundizar y ampliar el sentido de la valores en su vida de hogar.
-          El fracaso de la educación actual es debido a que no aporta aprendizajes significativos.
-          La escuela debe ser el lugar de experimentación social del alumno.
-          El maestro más que imponer las ideas, hará de guía en el aprendizaje de los niños.
-          Todos los niños deberían ser evaluados de la misma manera.
-          Los exámenes solo son válidos en la medida en que comprueban la adquisición de alguna competencia social.

Artículo 3º: Las materias de enseñanza.
-          La vida social es la base del desarrollo educativo del niño puesto que gracias a ella se adquiere el concepto del esfuerzo y su pleno desarrollo global.
-          El centro de correlación de las materias escolares son las propias actividades de los niños (actividades expresivas).
-          La literatura se considera la expresión refleja y la interpretación de la experiencia social siendo el sumario de la unificación de ambas.
-          Para que la historia tenga sentido tiene que estar relacionada con la vida social en plenitud.
-          A partir de las capacidades del niño se construye la base primaria de la educación.
-          Las actividades expresivas o constructivas (cocina, costura, trabajos manuales...) son el verdadero centro de la actividad social y deberían servir como medio para el desarrollo del estudio de materias más formales. Afirma la necesidad de incluirlas en el programa educativo.
-          El carácter objetivo a la hora de enseñar ciencias no guarda relación con la experiencia previa del niño por lo que puede añadirla a la experiencia que ya tenía.
-          El estudio de la literatura y el lenguaje ha perdido valor al eliminar el elemento social y delimitarse solo a la expresión del pensamiento.
-          La educación debería basarse en la experiencia del que aprende y su progreso debe estar determinado por las actitudes e intereses que surcan en el individuo.
-          La finalidad de la educación no debe basarse simplemente en la consecución de unos objetivos o un determinado nivel, sino en dar un sentido a lo aprendido, sino en dar un sentido a lo aprendido vivencialmente.

Artículo 4º: La naturaleza del método.
-          John Dewey señala unas afirmaciones de gran importancia que deben aplicarse a la educación.
-          El aspecto activo precede al pasivo en el desarrollo del niño.
-          La conciencia es motora e impulsiva y se proyecta en acciones. Este principio no se puede olvidar porque coloca al niño en una actitud pasiva, receptiva o absorbente y el resultado de ello son las pérdidas y razonamientos.
-          Las ideas son el resultado de la acción que la controla.
-          La razón es la acción ordenada o efectiva.
-          Hay que presentar al niño símbolos arbitrarios que son necesarios para su desarrollo mental pero empleados como instrumentos para ahorrar refuerzos.
-          La imagen como enseñanza. A través de éstas, los niños adquieren los conceptos.
-          Dejar al niño aplicar su capacidad de imaginar y así formando sus imágenes y lo pone en contacto con su experiencia.
-          La observación de los intereses de los niños por parte es de gran importancia.
-          Los intereses son síntomas en la capacidad de crecimiento. No se fomenta, los niños lo tienen de forma espontánea.
-          Las emociones son el reflejo de las acciones.
-          Si formamos hábitos concretos de acción y pensamiento, las emociones se cuidarán.
-          Las emociones tienen que estar ligadas a las actividades cotidianas.

Artículo 5º: La escuela y el progreso social.
-          La educación es el método fundamental del progreso y de las reformas sociales.
-          La  educación contribuye a la conciencia social
-          Necesidad de dotar al educador de los medios adecuados a realizar su labor.
-          El educador tiene la misión no de educar a los individuos sino de formar la verdadera vida social.
-          En la escuela tenemos la reconciliación de los ideales individuales y colectivos porque reconocen la formación del carácter de cada uno y colectivo porque ese carácter tiene que ser formado por la influencia de la vida social.
-          A través de la educación y la sociedad puede formarse con precisión y economía en la dirección que desee moverse (organización de la educación)
-          Cada maestro debe comprender su profesión y asegurar el desarrollo social (valor ético de la educación)

-          La importancia de las ciencias (psicología y ciencia social en la labor educativa)

Cronología siglo XIX


jueves, 26 de febrero de 2015

El Padre Feijoo (Como tarea que me ha tocado a representar en mi grupo de trabajo)

El Padre Feijoo: Tendencias de la Educación.

(Fray Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro; Casdemiro, 1676 - Oviedo, 1764)

Erudito español. Fue uno de los espíritus más universales de su tiempo, exponente del racionalismo ilustrado. Ingresó en la orden benedictina en San Julián de Samos (1688) y se doctoró en el convento de San Vicente de Oviedo, del que fue abad (1721-1729) El padre Feijoo, educador en todos los sentidos dedicando gran parte a la enseñanza en la Universidad de Oviedo. Tendió a educar al pueblo y formulo criticas positivas para que el pueblo abandonara esa mediocridad y esa enseñanza tradicionalista de la época. Ocupa un lugar importantísimo en la puesta en marcha del proceso que desembocará en las reformas de la universidad en el reinado de Carlos III.

 En su obra refleja los aspectos negativos de la universidad tradicional, que es quizá en la parte que más se ha insistido al exponer su pensamiento. Aquí nos interesa examinar las ideas sobre las que, según él, debe construirse la nueva Universidad, que se intentarán llevar a cabo cuando suene la hora de las reformas. Su pensamiento ha sido muy controvertido y diversamente valorado, caracterizándose, en general, los juicios que se han hecho sobre él, de cierta falta de ecuanimidad en un sentido o en otro. Su labor, desde el punto de vista que aquí consideramos, la puesta en marcha de la reforma universitaria, puede considerarse como decisiva en favor de ella.

 Sobre las reformas que debían establecerse en la universidad española fueron los siguientes:

1) Introducción de un nuevo método de estudio que significara la abolición del método de estudiar por "dictados" y su sustitución por unos libros de texto para cada asignatura. Varios beneficios consideraba el fraile benedictino que se sacarían de esta reforma: se ahorraría mucho tiempo, no teniendo que copiar tantas cosas, se podrían explicar más temas y con más extensión y se lograría enseñar una mejor doctrina científica, o incluso la mejor, pues, como es natural, se buscaría como texto el del autor más competente en la materia. Para mayor inutilidad del método de impartir las clases, critica que el método de aprendizaje sea únicamente la memorización de textos en vez del análisis y comprensión de los mismos, con lo que no se consigue sino aumentar la pérdida de tiempo.

2) Concepto clasista y restringido de la Universidad. Para él era un gran mal que llegaran a los estudios superiores tanta gente que no reunía las condiciones necesarias para ello, como estaba ocurriendo; harían mucho mejor dedicándose a la agricultura o a la industria. Para lograr la reducción del alumnado universitario proponía una medida drástica, consecuencia de la necesaria centralización de la universidad en el Estado, que también exponía Feijoo, el cual todos los años tendría por misión hacer una criba entre todos aquellos que se presentaran a matricularse en la Universidad, no admitiendo a los zotes.

 3) Introducción en la universidad de todos aquellos estudios que hasta ese momento permanecían fuera de ella: Física, Astronomía, Botánica, Historia Natural, pues eran los libros sobre estas ciencias los que se debían leer, y atacaba con redoblada energía a aquellos que le habían reprochado que él no se hubiera dedicado a escribir de Teología.

 4) La reforma de la enseñanza va íntimamente unida a la intervención del Estado en esta cuestión, intervención que ve necesaria, más que como consecuencia de un planteamiento ideológico, como el instrumento insustituible que hiciera posible las reformas, ya que, ante la resistencia que prevé, el poder del Estado aparece como el único capaz de vencerla. Todas estas ideas aparecerán en los escritores posteriores inmediatos a la reforma, y por resultar mucho menos sospechoso que cualquier otro autor, ante posibles ataques de los ultramontanos, las universidades le citarán en sus Planes como el inspirador principal de algunas de las innovaciones que proponen, cuando se llevan a cabo las reformas de los años 1770 y siguientes.

jueves, 29 de enero de 2015

La Revolución Gloriosa desde el punto de vista educativo

Sólo hay una revolución de las muchas que ha habido en la historia que lleve apropiadamente el NOMBRE de gloriosa. No podía llevarlo la Revolución Francesa, que desembocó en el terror, primero, y en el episodio napoleónico, después. Ni tampoco la revolución soviética, cristalizada en uno de los sistemas totalitarios más represivos de la historia (y que es, por eso, un colosal fracaso colectivo). Menos aún podían ostentarlo otras revoluciones, carentes todas ellas de la significación y trascendencia de las dos citadas. Sólo una revolución podía llevar ese título: la revolución inglesa de 1688. Veamos por qué.Primero y ante todo, por aquello que señaló en su día Trevelyan: porque "el espíritu de esta extraña revolución era opuesto a todo intento revolucionario". Y, en efecto, la revolución de 1688 fue, en primer lugar, una revolución incruenta y no represiva; segundo, fue fruto del entendimiento y la colaboración entre las distintas fuerzas políticas británicas, y no imposición unilateral de una minoría revolucionaria. Fue, en tercer lugar, una revolución desideologizada y no doctrinal, carente, pues, de todo sectarismo; finalmente., fue una revolución que no aspiró a destruir el orden social y jurídico establecido, sino, paradójicamente, a preservarlo y a reformarlo positivamente. Pero fue, dejémoslo claro, una verdadera revolución: en seguida lo veremos. Baste indicar que, como vemos, en principio, una revolución, para ser gloriosa, debe reunir esto: que la muevan impulsos como la mesura, el consenso, el pragmatismo, la prudencia y la ecuanimidad. Pero hay más. La revolución de 1688 fue una rebelión del pueblo y sus dirigentes contra el rey. Se produjo cuando éste, Jacobo II, quiso modificar, violentándolo, el orden tradicional de gobierno del país e imponer sobre la Iglesia anglicana, sobre el Parlamento, sobre los jueces y sobre el Ejército la autoridad real y una religión no nacional (la católica). Se desencadenó cuando los líderes del Parlamento y de la Iglesia de Inglaterra apelaron a un príncipe extranjero -el holandés Guillermo de Orange para restaurar el orden tradicional. Se decidió cuando Jacobo, abandonado de sus tropas y de los pocos notables que le habían apoyado, huyó del país. Concluyó cuando, después, el Parlamento ofreció la corona a Guillermo y a su mujer, la princesa María, hija del propio Jacobo II. La revolución fue ciertamente extraña: la provocó la absurda obstinación del rey; la lideraron elementos verdaderamente conservadores; la ganaron, sin apenas lucha, fuerzas extranjeras. Las consecuencias fueron eminentes. La revolución concedió la libertad religiosa (aunque no la completa igualdad política: la minoría católica, y por tanto Irlanda, quedó privada de ciertos derechos). Reforzó la independencia judicial. Purificó la ADMINISTRACIÓN de justicia. Abolió prácticamente los delitos de naturaleza política, garantía esencial de la libertad. Estableció un nuevo equilibrio de poder entre el rey y el Parlamento. Sometió a la autoridad de éste la fijación anual de los gastos militares y la aprobación de los impuestos: hizo de la Cámara de los Comunes la primera institución del Estado. Abolió la censura y estableció la libertad de imprenta -esto es, de expresión-, medida capital que Macaulay, el gran historiador liberal, juzgó, con razón, como la más decisiva de las reformas revolucionarias. La revolución de 1688 dio a Inglaterra un sistema de libertades jurídicamente regulado. No le dio una constitución escrita. Pero le dio algo tan importante como eso: un Estado de derecho y un régimen parlamentario (no es casual que el edificio señero de Londres sea el Parlamento). Desterró de la vida pública la intolerancia política y religiosa. Desplazó el poder en beneficio de los representantes del pueblo. Negó el poder absoluto de los reyes. Estableció el principio de que el consentimiento de los súbditos es pieza irrenunciable de todo ORDENAMIENTO político justo, principios que Locke fundamentó luego, en 1690, en su Dos tratados de gobierno, esa obra capital de la teoría democrática. Con todo, la revolución se encarnó, como es usual, en una personalidad singular, Guillermo de ORANGE, que, por lo dicho, se nos antoja personaje de muchos más quilates históricos que otros líderes revolucionarios (un Robespierre, un Lenin). Recordemos el magistral retrato que de él trazó Macaulay, aunque solo sea por si hubiera en algún rincón alguien que ambicione hacerse una biegrafía revolucionaria. Recordemos que, en 1688, Guillermo tenía 37 años, aun que, según Macaulay, producía la impresión de no haber sido nunca joven. Tenía un cuerpo delgado y frágil; la frente, alta y amplia; la nariz, larga y curvilínea. Su mirada era intensa, el gesto algo hosco, su tez pálida y enfermiza, la expresión a la vez firme, displicente, pensativa. Huérfano desde muy niño, fue desde adolescente prudente y reservado, excepcionalmente tranquilo y cauteloso. Mostró muy poco interés por las letras o las ciencias. El teatro le aburría: su afición era la caza. Sus maneras eran más bien bruscas y rudas. Entendía español, Italiano y latín; hablaba y escribía, aunque con torpeza, frances, INGLÉS y alemán. Era calvinista, creía en la predestinación, tenía horror a las persecuciones religiosas y un fuerte sentido moral de las cosas. La vida pública absorbió por entero su vida desde que cumplió 21 años. La suya fue una inteligencia lógica y práctica volcada a aquélla: a la diplomacia, a la política, a la guerra. Su valor físico y su imperturbabilidad ante el peligro eran memorables. No era, sin embargo, un temerario: su valor era frío y calculado. Su capacidad de autocontrol era excepcional. Rara vez perdía la serenidad o la compostura; sólo muy ocasionalmente se dejó llevar de la ira, de la emoción o del afecto. En público era reservado, distante, hierático, incluso glacial, pero era amable y cordial en privado. Amigo auténtico sólo tuvo uno, y le quiso entrañablemente. Casado a los 28 años con una mujer discreta e inteligente, no tuvo hijos, pero sí alguna amante. Su SALUD fue riempre frágil: padeció la viruela, respiraba con dificultad, dormía mal, tosía continuamente, sufría frecuentes y agudos dolores de cabeza. Vivió poco: murió con 52 años. Añadamos algo a ese retrato. A Guillermo Inglaterra le preocupó poco. Su preocupación era Europa, una Europa LIBRE que para él equivalía a libertades protestantes: eso, en 1688, quería decir frenar el expansionismo de Luis XIV. Por eso fue a Inglaterra: para incorporarla a una gran alianza contra Francia. El restiltado fue, tal vez, inesperado: la revolución antes descrita, la revolución gloriosa. La revolución INGLESA la hizo, así, como acabamos de ver, un príncipe holandés escasamente revolucionario. Por eso fue tan sensata, tan útil, tan fructífera. Y es que, digámoslo sin tapujos: la revolución no es otra cosa que el triunfo de la moderación. Lo demás son tumultos. http://elpais.com/diario/1988/09/30/opinion/591577210_850215.html Se debe destacar que esta revolucion supuso un gran avance en todos los ambitos que conciernen a un pais como la politica, la sociedad, la economia, educacion...y en este apartado quiero señalar que al reconocerse muchos derechos y libertades para la ciudadania, esto pudo ser una puesta en marcha hacia la democracia y asi la toma de conciencia de una toma de valores propios en la nacion en este caso Inglaterra para educar a sus generaciones. Un punto de inflexion para la enseñanza y la concepcion del ser humano vista desde aquella revolucion que entre otras cosas, fue pacifica y como su nombre indica, gloriosa.